Voy desde el centro de la Ciudad de Buenos Aires hasta Virreyes, partido de San Fernando. Espero encontrarme con Romina Aguirre, quien forma parte del Banco Comunal “Vamos a triunfar”. Al llegar está en marcha la reunión quincenal del banquito, y ella y sus compañeros me reciben con unos mates, facturas y una sonrisa. Después de un rato la reunión con los demás integrantes del banco termina y comienza mi charla con ella.
Romina tiene treinta y tres años, es madre de tres chicos, esposa e integrante de uno de los Bancos Comunales que Nuestras Huellas acompaña en el noroeste del Gran Buenos Aires . Su emprendimiento comenzó hace diez años con objetos para regalería cuando se encargó de diseñar todo para la fiesta de cumpleaños de su hijo; fue allí donde una de sus amigas le recomendó seguir y después de un tiempo se animó a comenzar su propio negocio. Cuenta que en un comienzo solo se manejaba por encargos a través de internet o conocidos que le hacían los pedidos; con el tiempo dejó a un lado el decorado para fiestas y se dedicó de lleno a las artesanías como mesas, sillas para niños, baúles, casitas para muñecas, percheros, relojes y tejidos; fue así que pudo renunciar a su trabajo habitual en una fiambrería.
Mientras recorremos su casa, en la cual acondicionó un espacio como taller de producción y lugar de venta de sus productos, comenta que su día se divide entre las tareas de su hogar a la mañana y desde el mediodía se ocupa de su trabajo que consiste en producir sus artículos y comercializarlos en el jardín de entrada de su casa.
Con entusiasmo relata su llegada en marzo de 2015 al banquito “Vamos a triunfar”, dice que su tío fue quien la incentivó a participar en Nuestras Huellas y desde ese momento todo cambió para ella, “siempre vendí por internet pero la plata nunca me alcanzaba, vivía al día; pero con el banquito pude empezar a exhibir mis cosas y poder hacer más producción”.
La decisión le permitió hacerse más conocida en el barrio y con el “boca en boca”, y debido a su buena calidad sus manufacturas se fueron haciendo cada vez más conocidas; esto hace que actualmente no necesite de un trabajo secundario, sino que se pueda dedicar a lo que realmente disfruta sin necesidad de ingreso adicional. Asimismo, según ella, sus compañeros del banco se han convertido en un gran apoyo y en un lugar de intercambio de consejos, “cada uno desde su experiencia personal me aporta ideas que me sirven todo el tiempo”.
Hoy en día Romina logró no sólo mostrar sus productos, sino que pudo invertir en un banner y tarjetas para hacer más visible “Artesanías Abritho” -nombre en alusión a sus hijos-. Finalmente, resalta con seguridad que con la ayuda del banco, compromiso y ahorro de parte de ella y de todos sus compañeros, en un tiempo podrá convertir su jardín en un pequeño local y ser totalmente independiente.
>> Por Stephanía Román, Colaboradora Voluntaria.
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