Le gustaba mucho cocinar y empezó haciendo empanadas; hoy vende 15 docenas por semana y tiene un servicio de catering junto a su familia
Florencia TuchinLA NACION
Ramona Cabrera confiesa que antes de conocer a Nuestras Huellas era «muy reacia a los créditos». «Temía deber y no poder pagar. No quería quedar mal con nadie. Cuando me surgió la posibilidad de emprender, me asesoré bien al respecto», relata la mujer, a quien le gustaba mucho cocinar y empezó haciendo empanadas.
«Fui devolviendo en cuotas cada 15 días. Con ese dinero fui comprando mis herramientas de trabajo: una freidora, un horno grande y un freezer», cuenta.
Regularmente, vende en el barrio 15 docenas de empanadas por semana. Pero para las fechas patrias, como el 25 de Mayo, reparte 100 docenas y 200 porciones de locro.
«Yo no trabajaba porque mi marido me decía que podía bancarme. Hoy para mí es un placer generar mi propia plata. Me hace sentir viva», destaca. Actualmente, su esposo la acompaña mucho en el emprendimiento: «Me dice que es impresionante todo lo que generé con mi trabajo».
Asumir desafíos
En una oportunidad, una señora le preguntó a Ramona si le podía hacer el catering para la fiesta de 15 de su hija. Ella aceptó y, a partir de ese momento, asumió el nuevo desafío: «Una vez que la gente fue probando, me recomendaron en el barrio y así aumentó el trabajo».
Los ayudantes son sus cinco hijos, tres yernos y cinco nietos. En los eventos grandes en San Fernando, se distribuye las tareas con su familia: ella hace el relleno, las hijas arman el repulgue y otro hijo sale a vender. Cuando ofrecen catering, el marido es el parrillero y los hijos son los mozos.
«Yo creo que el emprendimiento viene creciendo solo. Cuando lo hacés bien y presentás buena mercadería, crece de boca en boca», enfatiza Ramona.
Ella forma parte del Banco Comunal El Ceibal, que comenzó hace nueve años. Allí, las socias reciben préstamos para invertir en sus emprendimientos y ahorran para luego otorgar ellas mismas créditos a sus vecinos y conocidos. La buena relación entre las integrantes del banco es una de las claves que explican su larga trayectoria.
Cada dos semanas, se reúnen para realizar la gestión del «banquito», como lo llaman sus integrantes. En esas oportunidades, los coordinadores de bancos comunales, miembros del equipo de Nuestras Huellas, las visitan.
Ramona sueña en grande. A futuro, le gustaría crear un comedor para los chicos de su barrio, ya que muchos solo reciben el almuerzo en el colegio y eso, según afirma, no la deja tranquila.
Fuente: https://www.lanacion.com.ar/comunidad/ramona-cabrera-al-principio-me-daba-miedo-deber-y-no-poder-pagar-nid2132103/